En San José de Playón, corregimiento de María La Baja, Bolívar, un colectivo de mujeres ha transformado el Bullerengue, ritmo tradicional de la región, en una poderosa herramienta de sanación. Terapia Bullerenguera nació en 2019, cuando la pandemia se sumó a décadas de conflicto armado, convirtiendo un momento de crisis en oportunidad para sanar heridas colectivas.
Un paisaje de contrastes que habla de su historia
Entre colinas y rodeado por los espejos de agua de la Ciénaga de María la Baja y la represa El Playón, San José de Playón despliega un paisaje donde la naturaleza tropical convive con extensos cultivos de palma aceitera que han transformado radicalmente el territorio. María La Baja, ubicado en la región de los Montes de María, ha soportado intensos periodos de violencia durante el conflicto armado colombiano.
En este escenario marcado por el dolor, un grupo de mujeres empezó a reunirse durante la pandemia. «Comenzamos a trabajar con mujeres víctimas del conflicto armado, pero también mujeres que estaban sufriendo victimización por parte de su esposo«, explica Yurelkis Arrieta, directora de la iniciativa.

Lo que comenzó como encuentros informales para compartir un café en la casa de una integrante del grupo, pronto reveló su potencial transformador. «Al final terminamos cantando bullerengue, hasta que un día se nos ocurrió cantar nuestras propias historias como método de denuncia», recuerda Yurelkis.
El canto como lenguaje de resistencia
El Bullerengue se convirtió en un lenguaje cifrado que permitía conversar de temas sensibles sin exponerse directamente. «Era un método de denuncia y de protección porque no sabíamos quién estaba a nuestro alrededor o quién estaba escuchando»; precaución que es vital en un territorio donde continúan operando grupos armados hasta el día de hoy.
Al crear canciones basadas en historias reales, las mujeres establecieron reglas claras de protección. «No vamos a decir nombres porque esta puede ser una de las compañeras, o quizá un familiar, que ni siquiera conoce la historia de su madre», señala una integrante. Esta dimensión de denuncia velada les permite abordar la violencia de manera segura en un entorno donde las acusaciones abiertas pueden tener consecuencias graves.

«Al final terminamos cantando bullerengue, hasta que un día se nos ocurrió cantar nuestras propias historias como método de denuncia»
Yurelkis
Los tres tiempos que sanan
La originalidad de esta iniciativa radica en su metodología estructurada en tres momentos, correspondientes a tres ritmos tradicionales que tiene el Bullerengue: el Sentao para conectar con el dolor, la Chalupa para construir paz desde el presente, y el Fandango como celebración sanadora.
Durante el Sentao, las mujeres comparten sus experiencias dolorosas; con la Chalupa, las historias se transforman en reflexión y esperanza y con el Fandango se cierra el círculo con movimientos festivos que celebran la vida a pesar del dolor.
Crear juntas para sanar juntas
El proceso creativo sigue un método participativo. Comienzan con un Lereo (canto inicial) que invita a la introspección; luego, las participantes comparten frases sobre sus vivencias mientras alternan cantos y momentos de reflexión para, finalmente, organizar grupos que crean estrofas y coros con las frases recolectadas.
Yaira Santos explica este proceso colaborativo: «Cuando nos poníamos a escribir junto con el llamador (tambor pequeño característico del bullerengue), un cuaderno y un lápiz entre todas las mujeres, cada quien aporta un granito de arena diciendo ‘ay, aquí pega tal palabra o pongamos esto. Para recordar lo que la compañera había dicho, todo lo íbamos escribiendo y ya después sacábamos los coros y las estrofas de cada canción».
Esta metodología ha generado transformaciones profundas en sus participantes. Una de las mujeres nos cuenta que había sufrido violencia doméstica y se volvió ella misma violenta, pero ahora afirma: «Hasta aquí llegué, ya no voy a ser la persona más violenta. Me he cambiado en todo mi cuerpo.»

Estos procesos de transformación personal son la base del trabajo colectivo que Yurelkis y su equipo facilitan en cada encuentro. «Con Terapia Bullerenguera he podido sanar mis heridas y conectarme con la naturaleza, con el ser como tal y aprender a ser más humana», comparte.
De iniciativa local a referente de sanación
Lo que comenzó en 2019 con un pequeño grupo de mujeres, se ha transformado en un referente regional de sanación colectiva. La metodología del Bullerengue Terapéutico ha trascendido fronteras: en 2022, Yurelkis viajó a España donde compartió sus experiencias e involucró especialmente a jóvenes en talleres de terapia bullerenguera, llevando esta práctica ancestral colombiana como herramienta de cambio social.
Un horizonte de esperanza y acción
Para 2024, el colectivo amplió su enfoque creando la veeduría «Mujeres Inspirando Mujeres», que documenta casos de violencia contra la mujer y aborda la impunidad en su territorio.
Como sintetiza Yurelkis: «La violencia nos ha atrapado a nosotras las mujeres de diversas maneras y todas la vivimos de una manera diferente. Y eso es lo que busca Terapia Bullerenguera: encontrar en esa diferencia un bien común que es la sanación».

El proyecto demuestra cómo las expresiones culturales tradicionales pueden convertirse en herramientas contemporáneas de resistencia, memoria y construcción de paz desde lo cotidiano.
¿Y tú? ¿Conoces otras iniciativas que utilicen expresiones culturales para sanar heridas colectivas? Comparte tus experiencias con nosotros en los comentarios.