¿Te imaginas pintar un mural en colectivo, donde en cada una de las partes del proceso, desde la idea inicial, hasta la selección de colores y la puesta en un espacio público, se convierta en una herramienta de aprendizaje que lleva a la realidad acciones que construyen paz?

¿O utilizar el juego, no con un factor competitivo, sino para construir confianza en un grupo o comunidad y crear entre todos espacios que despierten la creatividad colectiva y generen soluciones a problemas propios de su contexto?

El concepto de culturas de paz se ha ido transformando a la vez que lo hacen las dos palabras que lo conforman, “cultura” y “paz”. No solo por la manera en la que se han definido a lo largo de la historia, sino por cómo son entendidos en cada territorio en particular y cómo se aplican.

Culturas de paz

¿Qué son las culturas de paz y por qué nos referimos a ellas en plural?

Las culturas de paz son herramientas que nos permiten relacionarnos positivamente con el entorno y los demás. La ONU las describe como “un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida, que llevan implícitos el respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia”.


Pero si nos vamos al origen de la palabra “cultura” descubriremos que viene del latín Cultus que significa cultivar o cuidar; y esa es la esencia de este concepto, las culturas de paz son las maneras en las que cultivamos nuevas formas de relacionarnos tanto individual, como colectivamente.

Son la oportunidad de buscar otras formas de transitar los conflictos. Y es por esa diversidad propia de su definición y aplicación, que en Otra Escuela hablamos de Culturas de paz, como lo dice Samuel Coronado, facilitador e integrante de Otra Escuela (OE) “es importante romper con una lógica de cultura más allá de solo las prácticas relacionadas a las conmemoraciones o a los eventos…Este cultivo en plural es también una invitación a deconstruir”.

¿Por qué hablar de culturas de paz?

Nuestra sociedad lleva tantos años utilizando la violencia como principal herramienta para legitimar sus acciones, que ha afectado la manera de relacionarnos y de actuar frente al conflicto, esto hace necesaria una nueva perspectiva que permita cambiar esa cultura de violencia por una de paz.

“Es importante romper con una lógica de cultura más allá de solo las prácticas relacionadas a las conmemoraciones o a los eventos…Este cultivo en plural es también una invitación a deconstruir”.

Samuel Coronado

Como lo expresa Catalina Quiroga, facilitadora de OE, “es una necesidad humana de apostarle a la dignidad”. Es importante hablar de culturas de paz porque permite reconocer la humanidad presente en el otro en medio de una situación de conflicto o dificultad, es la oportunidad de aprender otros caminos donde la compasión, la empatía y los cuidados sean los elementos principales que impulsen el diálogo.

¿Cómo aprender sobre estas culturas de paz?

Después de comprender qué son las culturas de paz y por qué es importante hablar de ellas, es necesario preguntarnos cómo aplicarlas a un quehacer cotidiano, tanto personal como colectivo. Y debido a que continuamente se normalizan actitudes violentas, ¿qué mejor forma de cuestionarlas y desaprenderlas que a través de la creatividad?

Las metodologías creativas buscan por medio de la danza, el teatro, el arte, la música y el juego, nuevas posibilidades de reinventarnos y encontrar alternativas que generen un impacto real y duradero, como lo menciona Coronado “creamos escenarios metodológicos completamente diversos, con el cuerpo, que invitan a la emoción, a la imaginación y allá es donde empezamos a descubrir otras formas de aprender”.

Experimentar y atreverse a pensar en diferentes maneras de comprender y vivir la paz, permitiéndonos sentir y teniendo como principal vehículo de aprendizaje las emociones que atraviesan nuestro cuerpo, nos permitirá identificar que las herramientas que necesitamos las tenemos en cada territorio, como lo dice Quiroga “es reconocer como desde los pueblos, desde la gente, desde los territorios, hay saberes que no necesariamente son académicos”.

Sin proceso no hay transformación

No es que exista una fórmula mágica que solucione los problemas, cada espacio y comunidad es tan diverso como las personas que lo conforman. Por eso, debemos reconocer que pasar de una cultura de violencia a culturas de paz requiere de tiempo, de “posibilitar procesos donde la información no solo se diga, sino que se trabaja y se refuerza” comenta Coronado.

“Es reconocer como desde los pueblos, desde la gente, desde los territorios, hay saberes que no necesariamente son académicos”.

Catalina Quiroga

Ante la presencia constante de violencia, es importante recordar que desde lo colectivo podemos alimentar poco a poco acciones de paz. Y que “así como hay muchos relatos del conflicto armado, también hay muchos relatos de paz, de memoria y de resistencia, que son muy serios y esperanzadores de escuchar”, explica Quiroga.

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¿Tienes alguna experiencia donde las culturas de paz han cambiado positivamente tu comunidad? Cuéntanos en los comentarios

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